C'est tout
Esto es todo (C' est tout), Marguerite Duras, 1995. Traducción de Luciano Cescut
Para Yann.
Nunca se sabe, con antelación,
lo que se escribe.
Piensa en mí. Pronto.
Para Yann, mi amante de la noche.
Firmado: Marguerite, la amante de
este amante adorado, 20 de noviembre
de 1994, París, calle Saint-Benoît.
21 de noviembre, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Y.A.: ¿Qué dirías de ti misma?
M.D.: Duras.
Y.A.: ¿Qué dirías de mí?
M.D.: Indescifrable.
Más tarde, la misma tarde.
A veces estoy vacía durante mucho tiempo.
Soy sin identidad.
Al comienzo, esto da miedo. Y luego esto se pasa
por un movimiento de alegría. Y luego
esto se para.
La felicidad, es decir, muerta un poco.
Un poco ausente del lugar donde hablo.
Más tarde, todavía.
Es cuestión de tiempo.
Haré un libro.
Querría hacerlo, pero no es seguro
que escriba ese libro.
Es aleatorio.
22 de noviembre, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Y.A.: ¿Tienes miedo a la muerte?
M.D.: No sé. No sé responder. Desde que
he llegado al mar ya no sé nada.
Y.A.: ¿Y conmigo?
M.D.: Antes y ahora existe
el amor entre tú y yo. La muerte
y el amor. Será lo que tú
quieras, lo que tú seas.
Y.A.: ¿Cómo te definirías?
M.D.: No existo, como en este
momento: no se qué escribir.
Y.A.: ¿El libro que prefieres
por encima de todo?
M.D.: El dique[1], la infancia.
Y.A.: ¿Irías al paraíso?
M.D.: No. Me da risa.
Y.A.: ¿Por qué?
M.D.: No sé. No creo en él
en absoluto.
Y.A.: Y después de la muerte,
¿qué queda?
M.D.: Nada. Salvo los vivos
que sonríen y recuerdan.
Y.A.: ¿Quién se acordará de ti?
M.D.: Los lectores jóvenes. Los alumnos pequeños.
Y.A.: ¿Qué te preocupa?
M.D.: Escribir. Una ocupación
trágica, es decir, relacionada
con el transcurso de la vida. Estoy dentro
sin esfuerzo.
Más tarde, la misma tarde.
Y.A.: ¿Tienes un título para
el próximo libro?
M.D.: Sí. El libro predestinado a desaparecer.
23 de noviembre en París, tres de la tarde.
Quiero hablar de alguien.
De un hombre que tiene no más
de veinticinco años.
Es un hombre hermoso que
quiere morir antes de ser detectado
por la muerte.
Lo amas.
Más que eso.
La belleza de sus manos,
eso es, sí.
Sus manos que avanzan con
la colina (se ha vuelto distinta,
clara, tan luminosa como la gracia
de un niño).
Te beso.
Te espero como espero
a quien destruirá esta gracia deshecha,
dulce y todavía cálida.
Dada a ti, entera, con todo
mi cuerpo, esta gracia.
Más tarde durante la misma tarde.
He querido decirte
que te amaba.
Gritarlo.
Eso es todo.
Calle Saint-Benoît, domingo 27 de noviembre.
Estar juntos es el amor, la muerte, la
palabra, dormir.
Más tarde, ese domingo.
Y.A.: ¿Qué dirías de ti misma?
M.D.: Ya no sé muy bien quién soy.
Estoy con mi amante.
El nombre, no sé.
No importa.
Estar juntos como
con un amante.
Hubiera querido que esto me sucediera.
Estar junto a un amante.
Silencio, y después.
Y.A.: Escribir, ¿para qué sirve?
M.D.: Es a la vez callar
y hablar. Escribir. A veces esto quiere decir
también cantar.
Y.A.: ¿Bailar?
M.D.: También. Bailar es un
estado del individuo.
Me gustaba mucho bailar.
Y.A.: ¿Por qué?
M.D.: Todavía no lo sé.
Silencio, y después.
Y.A.: ¿Tienes excelentes dotes?
M.D.: Sí. Creo que sí.
Escribir está muy cerca del ritmo de
la palabra.
Lunes 28 de noviembre, tres de la tarde, calle
Saint-Benoît.
Hay que hablar del hombre de El mal
de la muerte[2].
¿Quién es?
¿Cómo ha llegado a tal punto?
Escribir sobre la penuria,
a consecuencia de la penuria humana.
Otro día.
No ha vuelto a aparecer
por el cuarto.
Nunca.
Es inútil esperar su canto, a veces riente,
a veces triste, a veces taciturno.
De un vuelo, se ha vuelto a convertir en
el pájaro
que yo había conocido en los
campos.
Más tarde, ese mismo otro día.
Hacer saber a Yann que no es él quien escribe
las cartas, pero que podrá firmar la última. Esto me causará
vivo placer.
Firmado: Duras.
Más tarde todavía.
El nombre chino de mi amante.
Nunca le he hablado en su
idioma.
Otro día, calle Saint-Benoît.
Para Yann.
Para nada.
El cielo está vacío.
Hace años que amo a este
hombre.
Un hombre que todavía no he
nombrado.
Un hombre al que amo.
Un hombre que me abandonará.
Lo demás, lo que está delante y detrás de mí,
antes y después de mí, todo eso me da igual.
Te amo.
Tú ya no puedes pronunciar el
nombre que llevo y que me han puesto los
padres.
Amantes desconocidos.
Dejemos que acontezca si quieres.
Todavía quedan algunos días
de espera.
Me preguntas espera de qué,
respondo: no sé.
Esperar.
En el devenir del viento.
Quizá te escriba otra vez
mañana.
Se puede vivir de eso.
Llorar y reír después.
Hablo del tiempo que brota de la
tierra.
Ya no tengo aliento.
Es necesario que deje de hablar.
Más tarde.
Actividades diversas que me
tientan alguna que otra vez, por
ejemplo la muerte de este
muchacho. Ya no sé cómo
se llama, cómo llamarlo.
Literalmente su insignificancia es
grande.
Silencio, y después.
Ya no tengo ninguna noción sobre lo
que creía saber o esperar
volver a ver.
Ya está, esto es todo.
Silencio, y después.
El comienzo del fin de este
amor realmente espantoso,
con la nostalgia de cada hora.
Y después ha sobrevenido la hora
que ha seguido,
incomprensiblemente, saliendo del fondo
del tiempo.
Hora horrible.
Soberbia y horrible.
Sólo he logrado no matarme
al ocupar mi pensamiento con la idea de su muerte.
De su muerte y de su vida.
Silencio, y después.
No he expuesto lo vital de
su persona, su alma, sus pies, sus
manos, su risa.
Lo vital para mí es
abandonar su mirada cuando está solo.
Cuando él está en el desorden
del pensamiento.
Es hermoso. Es difícil
de saber.
Si empiezo a hablar de él, ya no me detengo
de hacerlo.
Mi vida es como incierta, más
incierta, sí, que la suya propia
delante de mí.
Silencio, y depués.
Quisiera continuar divagando
como lo hago algunas tardes
de verano, idéntico a aquél.
Ya no le encuentro gusto y
tampoco tengo coraje para hacerlo.
14 de octubre de 1994.
14 de octubre de 1994. En este caso, el título
sólo tiene significado para el autor. Entonces,
el título no quiere decir nada.
El título también espera eso: un título. Un
cimiento.
Estoy al borde de la fecha fatal.
Esa fecha es NINGUNA.
No obstante, la fecha está inscrita
en papel rubio.
Ha sido inscrita por una cabeza
rubia de hombre.
Una cabeza de niño.
En esto creo: creo por
encima de mí lo que ha sido escrito
paralelamente sobre esa cabeza de niño.
Es el LO QUE QUEDA de lo escrito. Es un
sentido de lo escrito.
Es también el olor de un amor
que pasaba por allá, por el niño.
Un amor sin derrotero
que había olfateado la carne de un niño que se
moría por leer lo desconocido del deseo.
El todo se desvanecerá cuando
se borre el texto de la lectura.
15 de octubre.
Estoy en contacto conmigo misma
en una libertad que coincide
conmigo.
Silencio, y después.
Nunca he tenido un modelo.
Desobedecía obedeciendo.
Cuando escribo, estoy en la misma
locura que cuando vivo. Me reúno
con masas de piedras cuando escribo. Las
piedras del Dique.
Sábado 10 de diciembre, tres de la tarde, calle Saint-Benoît.
Por ahí, vas derecho
a la soledad.
Yo, no. Tengo los libros.
Silencio, y después.
Me siento perdida.
Muerte es equivalente.
Es terrorífico.
Ya no me dan ganas de esforzarme.
No pienso en nadie.
Se ha terminado lo que queda.
Tú también.
Estoy sola.
Silencio, y después.
Lo que vives ya no es
la desgracia, es la desesperación.
Silencio, y después.
Y.A.: ¿Quién eres?
M.D.: Duras, eso es todo.
Y.A.: ¿Qué hace Duras?
M.D.: Hace literatura.
Silencio, y después.
Encontrar qué escribir todavía.
París, 25 de diciembre de 1994.
La lluvia de los niños
dio de lleno en el sol.
Con la felicidad.
He ido a ver.
Después ha sido necesario explicarles que
era normal. Desde hace siglos.
Porque lo niños
no entendían,
todavía no podían entender
la inteligencia de los Dioses.
Después ha sido necesario continuar
caminando por el bosque. Y cantar
con los adultos, los perros,
los gatos.
París, 28 de diciembre.
Una carta para mí.
Bastaría con cambiar
o abandonar sin convertirse en algo.
La carta.
31 de diciembre.
Felíz Año Nuevo a Yann Andréa.
Tus cartas breves me aburren.
3 de enero, calle Saint-Benoît.
Yann, todavía estoy allá.
Debo irme.
Ya no sé dónde meterme.
Te escribo como si te
llamara.
Quizá puedas verme.
Sé que esto no servirá de nada
6 de enero.
Yann.
Espero verte al caer la tarde.
Con todo mi corazón.
Con todo mi corazón.
10 de febrero.
Una inteligencia que va hacia sí misma.
Como evadida.
Cuando alguien dice la palabra escritor
a Duras, esto resulta una carga doble.
Soy una escritora salvaje e inesperada.
Más tarde, la misma tarde.
Vanidad de vanidades.
Todo es vanidad y persecución
del viento.
En esas dos frases está cifrada toda la literatura
de la tierra.
Vanidad de vanidades, sí.
Esas dos frases por sí solas
abren el mundo: las cosas,
los vientos, los gritos de los niños, el sol
muerto durante esos gritos.
Que el mundo se precipite a la ruina.
Vanidad de vanidades.
Todo es vanidad y persecución
del viento.
3 de marzo.
Yo soy la persecución del viento.
Silencio, y después.
Hay papeles que debo ordenar
a la sombra de mi inteligencia.
Lo que hago es indeleble.
Sábado 25 de marzo.
Me apena que las décadas huyan. Pero al menos
estoy al otro lado del mundo.
Es tan duro morir.
En un determinado momento de la vida,
las cosas han terminado.
Lo siento así: las cosas han terminado.
Así es.
Silencio, y después.
Te amaré hasta mi muerte.
Intentaré no morir
demasiado pronto.
Esto es todo lo que tengo que hacer.
Silencio, y después.
Yann, ¿no te sientes un poco
el colgante[3] de Duras?
Viernes santo.
Tómame en tus lágrimas, en tus risas,
en tus llantos.
Sábado santo.
En lo que voy a convertirme.
Tengo miedo.
Ven.
Ven conmigo.
Pronto, ven.
Más tarde, la misma tarde.
Vamos a ver el horror, la muerte.
Más tarde todavía.
Ven a mi rostro, conmigo.
Pronto, ven.
Silencio, y después.
Te amo demasiado.
Ya no sé escribir.
El amor demasiado grande entre nosotros,
hasta el horror.
Silencio, y después.
No sé adónde voy.
Tengo miedo.
Emprendamos juntos la ruta.
Ven pronto.
Te enviaré cartas.
Esto es todo.
Escribir da miedo.
Hay cosas como ésa que me asustan.
Domingo 9 de abril. Les Rameaux.
Los dos somos inocentes.
Silencio, y después.
Ahora llevo una vida adocenada.
Pobre.
Me he vuelto pobre.
Voy a escribir un texto nuevo.
Sin hombre. Ya no habrá nada.
Yo soy casi nada.
Ya no veo nada.
Todavía existe el todo, durante mucho tiempo,
antes de la muerte.
Más tarde.
No hay último beso.
Más tarde todavía.
No te preocupes
por la plata.
Esto es todo.
No tengo nada más que decir.
Ni siquiera una palabra.
Nada que decir.
Caminemos cien metros por la ruta.
Ese mismo domingo.
Si existe un Dios santo, eres tú. Crees
en él con firmeza inquebrantable.
Silencio, y después.
Puedo empezar todo de nuevo.
Desde mañana.
En cualquier momento.
Vuelvo a empezar un libro.
Escribo.
¡Hala!, ya está.
Yo, el lenguaje, lo conozco.
Ahí soy hábil.
Silencio, y después.
Pues, di: confirmado Duras,
en todos los lugares del mundo y más allá.
Miércoles 12 de abril, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Ven.
Ven al sol, cualquiera que sea.
13 de abril.
He escrito de toda la vida.
Como una imbécil, he hecho eso.
Tampoco está mal ser así.
Nunca he sido pretenciosa.
Escribir de toda la vida, eso enseña
a escribir. Eso no salva de nada.
Miércoles 15 de abril, 15 horas, calle
Saint-Benoît.
Parece ser que tengo talento.
Ahora ya me he acostumbrado.
Silencio, y después.
Soy una astilla blanca.
Y tú también.
De otro color.
11 de junio.
Eres lo que eres y eso
me encanta.
Silencio, y después.
Ven pronto.
Pronto, dame un poco de tu fuerza.
Entra en mi rostro.
28 de junio.
La palabra amor existe.
3 de julio, 15 horas, Neauphle-le-Château.
Sé muy bien que tienes otras ambiciones.
Sé muy bien que estás triste. Pero eso me
da igual. Que me amas, es lo más importan-
te. Lo demás me da igual. Me importa
un bledo.
Más tarde, la misma tarde.
Me siento aplastada por la existencia.
Eso me da ganas de escribir.
He escrito muchísimo sobre ti cuando
te fuiste (sobre el hombre al que amo).
Estás poseído por el encanto más vivo
que jamás he visto.
Eres el autor de todo.
Todo lo que yo he hecho, habrías podido
Hacerlo tú.
Oigo decir que has renunciado a esta frase,
a aquella otra frase.
Silencio, y después.
¿Escuchas este silencio?
Yo escucho las frases que has dicho en lugar
de las que has escrito.
Silencio, y después.
Todo ha sido escrito por ti, por ese
cuerpo que tienes.
Voy a interrumpir aquí este texto para
abordar uno tuyo, hecho por ti, hecho
en tu lugar.
Silencio, y después.
Entonces, ¿qué será lo que quieres
intentar escribir?
Silencio, y después.
No soporto tu devenir.
4 de julio en Neauphle.
Un miedo súbito a la muerte.
Y después un cansancio inmenso.
Silencio, y después.
Ven.
Tenemos que hablar de nuestro amor.
Vamos a encontrar las palabras para hacerlo.
Quizá no haya palabras.
Silencio, y después.
Amo la vida, incluso como es
allá.
Está bien, he encontrado las palabras.
Más tarde, el mismo día.
En el tiempo que ha de venir no quiero nada.
Sólo hablar de mí todavía, siempre, como un
monótono programa de reivindicaciones. De mí todavía.
Silencio, y después.
Quiero que eso desaparezca o
que Dios me mate.
Silencio y después.
Ven pronto.
Estoy mejor.
El miedo es menos sólido.
Déjame donde estoy con el miedo a la muerte
de mi madre, intacto, entero.
Esto es todo.
Sábado 8 de julio, 14 horas, en Neauphle.
Ya no tengo nada en la cabeza.
Sólo cosas vacías.
Silencio, y después.
Ya está.
Estoy muerta.
Se terminó.
Silencio, y después.
Esta noche comeremos algo fuerte. Un plato chino,
por ejemplo.
Un plato de la China destruida.
10 de julio en Neauphle.
Te vuelves hermoso.
Te miro.
Eres Yann Andréa Steiner.
20 de julio, Neauphle, por la tarde.
Tus besos, creo en ellos
hasta el final de mi vida.
Adiós.
Adiós a nadie. Ni siquiera a ti.
Se terminó.
No hay nada.
Hay que clausurar la página.
Ven ahora.
Hay que ir allí.
Tiempo. Silencio, y después.
Ha sonado la hora de que hagas algo. No puedes
quedarte sin hacer nada. Escribir quizá.
Silencio, y después.
Qué hacer para vivir un poco,
todavía un poco.
Esto es todo.
Ahora es más yo. Es
alguien que ya no conozco.
Silencio, y después.
Ahora puedes abrir tu
corazón. Soy yo quizá. No
estoy perdida para ti.
Silencio, y después.
¿Para aliviar la vida?
Nadie lo sabe. Hay que intentar
vivir. No hay que precipitarse
en la muerte.
Esto es todo.
Es todo lo que tengo que decir.
21 de julio.
Ven.
Nada me gusta.
Iré a tu alrededor.
Ven a mi lado.
Esto es todo.
Quiero estar resguardada de eso.
Ven pronto para instalarme en algún
sitio.
Más tarde, durante la tarde.
No puedo más sostener todo.
No creo que se pueda
nombrar este miedo. Todavía no.
Dame tu boca.
Ven pronto par ir más rápido.
Pronto.
Esto es todo.
Pronto.
Sábado 22 de julio. Lluvia.
Ya no haré nada para
restringir o engrandecer tu vida.
Silencio.
Ven a mi rostro.
Silencio.
Te amaré hasta no
abandonarte.
Silencio.
Eres nadie. Nada. Un cero a la izquierda.
Domingo 23 de julio.
No puedo decidirme a ser nada.
Silencio.
No poder ser como tú,
es una cosa que lamento.
Silencio.
Ven conmigo a la cama grande y
esperaremos.
Nada.
Silencio.
Estoy helada por la locura.
Y.A.: ¿Quieres añadir algo?
M.D.: No sé añadir. Sólo sé crear.
Sólo eso.
Lunes 24 de julio.
Ven a amarme.
Ven.
Ven a este papel blanco.
Conmigo.
Te doy mi piel.
Ven.
Pronto.
Dime adiós.
Esto es todo.
Ya no sé nada de ti.
Me voy con las algas.
Ven conmigo.
31 de julio.
¿Cuál es mi verdad?
Si la conoces, dímela.
Estoy perdida.
Mírame.
1 de agosto, por la tarde.
Creo que se ha terminado. Que mi vida
se ha acabado.
Ya no soy nada.
Me he vuelto completamente espantosa.
Ya no me mantengo junta.
Ven pronto.
Ya no tengo boca, ya no tengo
rostro.
Nota del traductor: He descontentado algunas licencias poéticas del texto original para poder agraciar sus equivalentes en el texto traducido.
[1] Un dique contra el Pacífico (Un barrage contre le Pacifique, Marguerite Duras, 1950, novela, Gallimard).
[2] El mal de la muerte (La maladie de la mort, Marguerite Duras, 1982, relato, Editions de Minuit)
[3] En el original: pendentif, que significa "colgante" (joya que pende o cuelga) y "pechina" (Arq. Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos que forman el anillo de la cúpula con los arcos torales sobre que estriba). Esto es a todas luces un juego de polisemia: Yann es un "adorno"; Yann es un "soporte".
Para Yann.
Nunca se sabe, con antelación,
lo que se escribe.
Piensa en mí. Pronto.
Para Yann, mi amante de la noche.
Firmado: Marguerite, la amante de
este amante adorado, 20 de noviembre
de 1994, París, calle Saint-Benoît.
21 de noviembre, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Y.A.: ¿Qué dirías de ti misma?
M.D.: Duras.
Y.A.: ¿Qué dirías de mí?
M.D.: Indescifrable.
Más tarde, la misma tarde.
A veces estoy vacía durante mucho tiempo.
Soy sin identidad.
Al comienzo, esto da miedo. Y luego esto se pasa
por un movimiento de alegría. Y luego
esto se para.
La felicidad, es decir, muerta un poco.
Un poco ausente del lugar donde hablo.
Más tarde, todavía.
Es cuestión de tiempo.
Haré un libro.
Querría hacerlo, pero no es seguro
que escriba ese libro.
Es aleatorio.
22 de noviembre, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Y.A.: ¿Tienes miedo a la muerte?
M.D.: No sé. No sé responder. Desde que
he llegado al mar ya no sé nada.
Y.A.: ¿Y conmigo?
M.D.: Antes y ahora existe
el amor entre tú y yo. La muerte
y el amor. Será lo que tú
quieras, lo que tú seas.
Y.A.: ¿Cómo te definirías?
M.D.: No existo, como en este
momento: no se qué escribir.
Y.A.: ¿El libro que prefieres
por encima de todo?
M.D.: El dique[1], la infancia.
Y.A.: ¿Irías al paraíso?
M.D.: No. Me da risa.
Y.A.: ¿Por qué?
M.D.: No sé. No creo en él
en absoluto.
Y.A.: Y después de la muerte,
¿qué queda?
M.D.: Nada. Salvo los vivos
que sonríen y recuerdan.
Y.A.: ¿Quién se acordará de ti?
M.D.: Los lectores jóvenes. Los alumnos pequeños.
Y.A.: ¿Qué te preocupa?
M.D.: Escribir. Una ocupación
trágica, es decir, relacionada
con el transcurso de la vida. Estoy dentro
sin esfuerzo.
Más tarde, la misma tarde.
Y.A.: ¿Tienes un título para
el próximo libro?
M.D.: Sí. El libro predestinado a desaparecer.
23 de noviembre en París, tres de la tarde.
Quiero hablar de alguien.
De un hombre que tiene no más
de veinticinco años.
Es un hombre hermoso que
quiere morir antes de ser detectado
por la muerte.
Lo amas.
Más que eso.
La belleza de sus manos,
eso es, sí.
Sus manos que avanzan con
la colina (se ha vuelto distinta,
clara, tan luminosa como la gracia
de un niño).
Te beso.
Te espero como espero
a quien destruirá esta gracia deshecha,
dulce y todavía cálida.
Dada a ti, entera, con todo
mi cuerpo, esta gracia.
Más tarde durante la misma tarde.
He querido decirte
que te amaba.
Gritarlo.
Eso es todo.
Calle Saint-Benoît, domingo 27 de noviembre.
Estar juntos es el amor, la muerte, la
palabra, dormir.
Más tarde, ese domingo.
Y.A.: ¿Qué dirías de ti misma?
M.D.: Ya no sé muy bien quién soy.
Estoy con mi amante.
El nombre, no sé.
No importa.
Estar juntos como
con un amante.
Hubiera querido que esto me sucediera.
Estar junto a un amante.
Silencio, y después.
Y.A.: Escribir, ¿para qué sirve?
M.D.: Es a la vez callar
y hablar. Escribir. A veces esto quiere decir
también cantar.
Y.A.: ¿Bailar?
M.D.: También. Bailar es un
estado del individuo.
Me gustaba mucho bailar.
Y.A.: ¿Por qué?
M.D.: Todavía no lo sé.
Silencio, y después.
Y.A.: ¿Tienes excelentes dotes?
M.D.: Sí. Creo que sí.
Escribir está muy cerca del ritmo de
la palabra.
Lunes 28 de noviembre, tres de la tarde, calle
Saint-Benoît.
Hay que hablar del hombre de El mal
de la muerte[2].
¿Quién es?
¿Cómo ha llegado a tal punto?
Escribir sobre la penuria,
a consecuencia de la penuria humana.
Otro día.
No ha vuelto a aparecer
por el cuarto.
Nunca.
Es inútil esperar su canto, a veces riente,
a veces triste, a veces taciturno.
De un vuelo, se ha vuelto a convertir en
el pájaro
que yo había conocido en los
campos.
Más tarde, ese mismo otro día.
Hacer saber a Yann que no es él quien escribe
las cartas, pero que podrá firmar la última. Esto me causará
vivo placer.
Firmado: Duras.
Más tarde todavía.
El nombre chino de mi amante.
Nunca le he hablado en su
idioma.
Otro día, calle Saint-Benoît.
Para Yann.
Para nada.
El cielo está vacío.
Hace años que amo a este
hombre.
Un hombre que todavía no he
nombrado.
Un hombre al que amo.
Un hombre que me abandonará.
Lo demás, lo que está delante y detrás de mí,
antes y después de mí, todo eso me da igual.
Te amo.
Tú ya no puedes pronunciar el
nombre que llevo y que me han puesto los
padres.
Amantes desconocidos.
Dejemos que acontezca si quieres.
Todavía quedan algunos días
de espera.
Me preguntas espera de qué,
respondo: no sé.
Esperar.
En el devenir del viento.
Quizá te escriba otra vez
mañana.
Se puede vivir de eso.
Llorar y reír después.
Hablo del tiempo que brota de la
tierra.
Ya no tengo aliento.
Es necesario que deje de hablar.
Más tarde.
Actividades diversas que me
tientan alguna que otra vez, por
ejemplo la muerte de este
muchacho. Ya no sé cómo
se llama, cómo llamarlo.
Literalmente su insignificancia es
grande.
Silencio, y después.
Ya no tengo ninguna noción sobre lo
que creía saber o esperar
volver a ver.
Ya está, esto es todo.
Silencio, y después.
El comienzo del fin de este
amor realmente espantoso,
con la nostalgia de cada hora.
Y después ha sobrevenido la hora
que ha seguido,
incomprensiblemente, saliendo del fondo
del tiempo.
Hora horrible.
Soberbia y horrible.
Sólo he logrado no matarme
al ocupar mi pensamiento con la idea de su muerte.
De su muerte y de su vida.
Silencio, y después.
No he expuesto lo vital de
su persona, su alma, sus pies, sus
manos, su risa.
Lo vital para mí es
abandonar su mirada cuando está solo.
Cuando él está en el desorden
del pensamiento.
Es hermoso. Es difícil
de saber.
Si empiezo a hablar de él, ya no me detengo
de hacerlo.
Mi vida es como incierta, más
incierta, sí, que la suya propia
delante de mí.
Silencio, y depués.
Quisiera continuar divagando
como lo hago algunas tardes
de verano, idéntico a aquél.
Ya no le encuentro gusto y
tampoco tengo coraje para hacerlo.
14 de octubre de 1994.
14 de octubre de 1994. En este caso, el título
sólo tiene significado para el autor. Entonces,
el título no quiere decir nada.
El título también espera eso: un título. Un
cimiento.
Estoy al borde de la fecha fatal.
Esa fecha es NINGUNA.
No obstante, la fecha está inscrita
en papel rubio.
Ha sido inscrita por una cabeza
rubia de hombre.
Una cabeza de niño.
En esto creo: creo por
encima de mí lo que ha sido escrito
paralelamente sobre esa cabeza de niño.
Es el LO QUE QUEDA de lo escrito. Es un
sentido de lo escrito.
Es también el olor de un amor
que pasaba por allá, por el niño.
Un amor sin derrotero
que había olfateado la carne de un niño que se
moría por leer lo desconocido del deseo.
El todo se desvanecerá cuando
se borre el texto de la lectura.
15 de octubre.
Estoy en contacto conmigo misma
en una libertad que coincide
conmigo.
Silencio, y después.
Nunca he tenido un modelo.
Desobedecía obedeciendo.
Cuando escribo, estoy en la misma
locura que cuando vivo. Me reúno
con masas de piedras cuando escribo. Las
piedras del Dique.
Sábado 10 de diciembre, tres de la tarde, calle Saint-Benoît.
Por ahí, vas derecho
a la soledad.
Yo, no. Tengo los libros.
Silencio, y después.
Me siento perdida.
Muerte es equivalente.
Es terrorífico.
Ya no me dan ganas de esforzarme.
No pienso en nadie.
Se ha terminado lo que queda.
Tú también.
Estoy sola.
Silencio, y después.
Lo que vives ya no es
la desgracia, es la desesperación.
Silencio, y después.
Y.A.: ¿Quién eres?
M.D.: Duras, eso es todo.
Y.A.: ¿Qué hace Duras?
M.D.: Hace literatura.
Silencio, y después.
Encontrar qué escribir todavía.
París, 25 de diciembre de 1994.
La lluvia de los niños
dio de lleno en el sol.
Con la felicidad.
He ido a ver.
Después ha sido necesario explicarles que
era normal. Desde hace siglos.
Porque lo niños
no entendían,
todavía no podían entender
la inteligencia de los Dioses.
Después ha sido necesario continuar
caminando por el bosque. Y cantar
con los adultos, los perros,
los gatos.
París, 28 de diciembre.
Una carta para mí.
Bastaría con cambiar
o abandonar sin convertirse en algo.
La carta.
31 de diciembre.
Felíz Año Nuevo a Yann Andréa.
Tus cartas breves me aburren.
3 de enero, calle Saint-Benoît.
Yann, todavía estoy allá.
Debo irme.
Ya no sé dónde meterme.
Te escribo como si te
llamara.
Quizá puedas verme.
Sé que esto no servirá de nada
6 de enero.
Yann.
Espero verte al caer la tarde.
Con todo mi corazón.
Con todo mi corazón.
10 de febrero.
Una inteligencia que va hacia sí misma.
Como evadida.
Cuando alguien dice la palabra escritor
a Duras, esto resulta una carga doble.
Soy una escritora salvaje e inesperada.
Más tarde, la misma tarde.
Vanidad de vanidades.
Todo es vanidad y persecución
del viento.
En esas dos frases está cifrada toda la literatura
de la tierra.
Vanidad de vanidades, sí.
Esas dos frases por sí solas
abren el mundo: las cosas,
los vientos, los gritos de los niños, el sol
muerto durante esos gritos.
Que el mundo se precipite a la ruina.
Vanidad de vanidades.
Todo es vanidad y persecución
del viento.
3 de marzo.
Yo soy la persecución del viento.
Silencio, y después.
Hay papeles que debo ordenar
a la sombra de mi inteligencia.
Lo que hago es indeleble.
Sábado 25 de marzo.
Me apena que las décadas huyan. Pero al menos
estoy al otro lado del mundo.
Es tan duro morir.
En un determinado momento de la vida,
las cosas han terminado.
Lo siento así: las cosas han terminado.
Así es.
Silencio, y después.
Te amaré hasta mi muerte.
Intentaré no morir
demasiado pronto.
Esto es todo lo que tengo que hacer.
Silencio, y después.
Yann, ¿no te sientes un poco
el colgante[3] de Duras?
Viernes santo.
Tómame en tus lágrimas, en tus risas,
en tus llantos.
Sábado santo.
En lo que voy a convertirme.
Tengo miedo.
Ven.
Ven conmigo.
Pronto, ven.
Más tarde, la misma tarde.
Vamos a ver el horror, la muerte.
Más tarde todavía.
Ven a mi rostro, conmigo.
Pronto, ven.
Silencio, y después.
Te amo demasiado.
Ya no sé escribir.
El amor demasiado grande entre nosotros,
hasta el horror.
Silencio, y después.
No sé adónde voy.
Tengo miedo.
Emprendamos juntos la ruta.
Ven pronto.
Te enviaré cartas.
Esto es todo.
Escribir da miedo.
Hay cosas como ésa que me asustan.
Domingo 9 de abril. Les Rameaux.
Los dos somos inocentes.
Silencio, y después.
Ahora llevo una vida adocenada.
Pobre.
Me he vuelto pobre.
Voy a escribir un texto nuevo.
Sin hombre. Ya no habrá nada.
Yo soy casi nada.
Ya no veo nada.
Todavía existe el todo, durante mucho tiempo,
antes de la muerte.
Más tarde.
No hay último beso.
Más tarde todavía.
No te preocupes
por la plata.
Esto es todo.
No tengo nada más que decir.
Ni siquiera una palabra.
Nada que decir.
Caminemos cien metros por la ruta.
Ese mismo domingo.
Si existe un Dios santo, eres tú. Crees
en él con firmeza inquebrantable.
Silencio, y después.
Puedo empezar todo de nuevo.
Desde mañana.
En cualquier momento.
Vuelvo a empezar un libro.
Escribo.
¡Hala!, ya está.
Yo, el lenguaje, lo conozco.
Ahí soy hábil.
Silencio, y después.
Pues, di: confirmado Duras,
en todos los lugares del mundo y más allá.
Miércoles 12 de abril, por la tarde, calle
Saint-Benoît.
Ven.
Ven al sol, cualquiera que sea.
13 de abril.
He escrito de toda la vida.
Como una imbécil, he hecho eso.
Tampoco está mal ser así.
Nunca he sido pretenciosa.
Escribir de toda la vida, eso enseña
a escribir. Eso no salva de nada.
Miércoles 15 de abril, 15 horas, calle
Saint-Benoît.
Parece ser que tengo talento.
Ahora ya me he acostumbrado.
Silencio, y después.
Soy una astilla blanca.
Y tú también.
De otro color.
11 de junio.
Eres lo que eres y eso
me encanta.
Silencio, y después.
Ven pronto.
Pronto, dame un poco de tu fuerza.
Entra en mi rostro.
28 de junio.
La palabra amor existe.
3 de julio, 15 horas, Neauphle-le-Château.
Sé muy bien que tienes otras ambiciones.
Sé muy bien que estás triste. Pero eso me
da igual. Que me amas, es lo más importan-
te. Lo demás me da igual. Me importa
un bledo.
Más tarde, la misma tarde.
Me siento aplastada por la existencia.
Eso me da ganas de escribir.
He escrito muchísimo sobre ti cuando
te fuiste (sobre el hombre al que amo).
Estás poseído por el encanto más vivo
que jamás he visto.
Eres el autor de todo.
Todo lo que yo he hecho, habrías podido
Hacerlo tú.
Oigo decir que has renunciado a esta frase,
a aquella otra frase.
Silencio, y después.
¿Escuchas este silencio?
Yo escucho las frases que has dicho en lugar
de las que has escrito.
Silencio, y después.
Todo ha sido escrito por ti, por ese
cuerpo que tienes.
Voy a interrumpir aquí este texto para
abordar uno tuyo, hecho por ti, hecho
en tu lugar.
Silencio, y después.
Entonces, ¿qué será lo que quieres
intentar escribir?
Silencio, y después.
No soporto tu devenir.
4 de julio en Neauphle.
Un miedo súbito a la muerte.
Y después un cansancio inmenso.
Silencio, y después.
Ven.
Tenemos que hablar de nuestro amor.
Vamos a encontrar las palabras para hacerlo.
Quizá no haya palabras.
Silencio, y después.
Amo la vida, incluso como es
allá.
Está bien, he encontrado las palabras.
Más tarde, el mismo día.
En el tiempo que ha de venir no quiero nada.
Sólo hablar de mí todavía, siempre, como un
monótono programa de reivindicaciones. De mí todavía.
Silencio, y después.
Quiero que eso desaparezca o
que Dios me mate.
Silencio y después.
Ven pronto.
Estoy mejor.
El miedo es menos sólido.
Déjame donde estoy con el miedo a la muerte
de mi madre, intacto, entero.
Esto es todo.
Sábado 8 de julio, 14 horas, en Neauphle.
Ya no tengo nada en la cabeza.
Sólo cosas vacías.
Silencio, y después.
Ya está.
Estoy muerta.
Se terminó.
Silencio, y después.
Esta noche comeremos algo fuerte. Un plato chino,
por ejemplo.
Un plato de la China destruida.
10 de julio en Neauphle.
Te vuelves hermoso.
Te miro.
Eres Yann Andréa Steiner.
20 de julio, Neauphle, por la tarde.
Tus besos, creo en ellos
hasta el final de mi vida.
Adiós.
Adiós a nadie. Ni siquiera a ti.
Se terminó.
No hay nada.
Hay que clausurar la página.
Ven ahora.
Hay que ir allí.
Tiempo. Silencio, y después.
Ha sonado la hora de que hagas algo. No puedes
quedarte sin hacer nada. Escribir quizá.
Silencio, y después.
Qué hacer para vivir un poco,
todavía un poco.
Esto es todo.
Ahora es más yo. Es
alguien que ya no conozco.
Silencio, y después.
Ahora puedes abrir tu
corazón. Soy yo quizá. No
estoy perdida para ti.
Silencio, y después.
¿Para aliviar la vida?
Nadie lo sabe. Hay que intentar
vivir. No hay que precipitarse
en la muerte.
Esto es todo.
Es todo lo que tengo que decir.
21 de julio.
Ven.
Nada me gusta.
Iré a tu alrededor.
Ven a mi lado.
Esto es todo.
Quiero estar resguardada de eso.
Ven pronto para instalarme en algún
sitio.
Más tarde, durante la tarde.
No puedo más sostener todo.
No creo que se pueda
nombrar este miedo. Todavía no.
Dame tu boca.
Ven pronto par ir más rápido.
Pronto.
Esto es todo.
Pronto.
Sábado 22 de julio. Lluvia.
Ya no haré nada para
restringir o engrandecer tu vida.
Silencio.
Ven a mi rostro.
Silencio.
Te amaré hasta no
abandonarte.
Silencio.
Eres nadie. Nada. Un cero a la izquierda.
Domingo 23 de julio.
No puedo decidirme a ser nada.
Silencio.
No poder ser como tú,
es una cosa que lamento.
Silencio.
Ven conmigo a la cama grande y
esperaremos.
Nada.
Silencio.
Estoy helada por la locura.
Y.A.: ¿Quieres añadir algo?
M.D.: No sé añadir. Sólo sé crear.
Sólo eso.
Lunes 24 de julio.
Ven a amarme.
Ven.
Ven a este papel blanco.
Conmigo.
Te doy mi piel.
Ven.
Pronto.
Dime adiós.
Esto es todo.
Ya no sé nada de ti.
Me voy con las algas.
Ven conmigo.
31 de julio.
¿Cuál es mi verdad?
Si la conoces, dímela.
Estoy perdida.
Mírame.
1 de agosto, por la tarde.
Creo que se ha terminado. Que mi vida
se ha acabado.
Ya no soy nada.
Me he vuelto completamente espantosa.
Ya no me mantengo junta.
Ven pronto.
Ya no tengo boca, ya no tengo
rostro.
Nota del traductor: He descontentado algunas licencias poéticas del texto original para poder agraciar sus equivalentes en el texto traducido.
[1] Un dique contra el Pacífico (Un barrage contre le Pacifique, Marguerite Duras, 1950, novela, Gallimard).
[2] El mal de la muerte (La maladie de la mort, Marguerite Duras, 1982, relato, Editions de Minuit)
[3] En el original: pendentif, que significa "colgante" (joya que pende o cuelga) y "pechina" (Arq. Cada uno de los cuatro triángulos curvilíneos que forman el anillo de la cúpula con los arcos torales sobre que estriba). Esto es a todas luces un juego de polisemia: Yann es un "adorno"; Yann es un "soporte".
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