domingo, mayo 14, 2006

Preguntas tentativas

Preguntas Mariano Valerio para Los inrockuptibles de marzo de 2006

- Me quedé pensando en tu comentario de "si no me había costado entrar en el libro"... ¿Creés que es indispensable tener leídos Borneo y Los Invertebrables para entrar en Promesas...?

No, creo que podría invertirse el orden... Y empezar por Promesas para entrar a los otros. Están interconectados, pero cada uno de los tomitos, por el destino mental de sus protagonistas, es autónomo y contiene fabulaciones distintas sobre lo humano. Y creo que Promesas es la síntesis de esos mundos, porque ahí el devenir del escritor es el devenir de Bernina, es decir, un devenir mujer. Quizás por eso la lectura sea un poco más ardua, pero el final esconde una recompensa. Hay formulaciones muy abstractas, como el embarazo permanente, que creo aqueja a todas las mujeres, un embarazo habitado por un héroe sedicioso, y que es una suerte de picadora de fantasmas y miedos. O formulaciones como la del niño marioneta, que Bernina ejercita para poner a prueba su tenebroso instinto de madre. Pero más allá de esto, la aventura, el trayecto permanente de la protagonista, se define en el intento de atravesar la división de mundos que se excluyen pero no son incompatibles. Así como en Los invertebrables hay un devenir animal del protagonista, y en Borneo un devenir hombre cuyo precio ineludible es la renuncia a la lengua, en Promesas la conquista de una imagen femenina depende de la aventura, de numerosos incidentes, pruebas y ultrajes que preparan a Bernina para un amor indecente. Porque sólo en el amor indecente la mujer se despliega completamente, y traiciona su naturaleza: se satura y la picadora de fantasmas queda, como un corazón fuera de cuajo, en manos de un hombre, en manos de alguien que supo tender la trampa en el momento justo. Una mujer equilibra el error de la identidad en la aserción amorosa... que es nuestro limite temporal, ¿no?

- Tus novelas suelen ser ubicadas en el escenario de un "futuro posible o probable". Pero me interesaría saber cuáles son para vos las coordenadas (espaciales y temporales) de ese nuevo orden (¿"delirante"?). ¿Cuál es la contracara de ese orden? ¿Qué fue lo que se quebró?

Creo que el espacio y el tiempo de ese orden delirante es el ahora. La contracara es el mundo del consumo, que en este momento opera de soporte subjetivo para las mentes mientras el Estado empresarial se convierte en el enclave estratégico para las políticas de exclusión y enriquecimiento. Pero si ese soporte homogenizador cayera, y si la maquinaria de la publicidad y del espectáculo dejara de estandarizar la identidad, las zonas de aislamiento en lo real, los campos de concentración, serían muy visibles. Habría penados, gente incrustada en su propia anomia. Hordas subhumanas que sin la prótesis de la tecnología no sabrían realmente cómo permanecer en este mundo y quedarían en manos de burócratas. No podrían soportar la idea de estar vivos. Y eso es lo que se quiebra en mis novelas: transcurren en una etapa futura de la civilización en la que lo humano retorna en una especie de espejo biopolítico, y cada cual debe decidir: o bien hacerse héroe enfrentando la conciencia del devenir, esto es, estar vivo y huir, o bien permanecer en el tiempo congelado del Estado, en la religión de la burocracia, sobreviviendo en situaciones totalmente absurdas, en una escasez que se multiplica, digamos.

- ¿Literatura y política desde un "fantástico sucio"?

Es lindo el término fantástico sucio... Se trata de algo así... El peronismo sembró monstruos en la llanura. Recoger esa siembra de especimenes e imaginar la patria posperonista, es decir, una Argentina sin política, regida por un estado tercermundista que es una nave fantasma y despótica, era la idea original desde Los invertebrables. Y en ese fantástico hay una exacerbación de la fealdad, de la escoria, de las deficiencias, de los trastornos, de la lengua, de ciertas transacciones sucias e irracionales que mueven a actuar a mis personajes.

- ¿Cómo comienza a tomar forma para vos ese mundo que condensás en tus textos? ¿Cómo surge el correlato de esa lengua tan particular (¿tu estilo?) que sostiene a ese mundo desde tu escritura?

El mundo de Promesas de apoya en el de Borneo, lo modifica, y el de Borneo dialoga con el de Los invertebrables. Pero Promesas es la síntesis, el posperonismo está consumado en un futuro imposible, más allá de cualquier lazo comunitario, en un consorcio de castas, y el estilo funciona como un barniz escatológico, repleto de filamentos que en la lectura deberían chispear, hacer falso contacto, entrar en corto. Los rituales de la burocracia, tan nuestros por otra parte, y de los cuales me considero una gran víctima, se presentan como restos o perlas de la civilización, y son, de alguna manera, lo informe del texto, el origen de toda la inventiva.

- La anatomía de tus personajes. ¿Por qué ese linaje de "zoomorfos"? ¿Por qué ese cruce entre lo animal y lo humano como devenir (como mutación) de ese nuevo orden? Por cierto, en ese sentido, muchos de tus personajes me hacen acordar a los de Marosa Di Giorgio, Bernina (y su odisea) podría ser tranquilamente uno de ellos...

Es que cualquier devenir es devenir animal. Es devenir monstruo. Sólo el héroe resiste el devenir de la especie y elige un devenir propio, excepcional, un devenir en sí. Ocurre que los héroes se crean una intimidad. Por eso toda la literatura está poblada de héroes. El héroe traza una línea de fuga en la representación de la historia. Y dado el caso, Bernina es una heroína consumada, se vuelve una excepción, y traiciona el devenir natural, la promesa, al revés que el narrador de Los invertebrables, que elige, en vez del amor, la mutación definitiva.

- ¿Qué libros, qué lecturas o escritores te rodean en el momento de escribir o de pensar tus novelas? ¿Qué música, qué discos, qué películas? ¿Te imaginás una banda de sonido para tus libros? ¿Qué libros fueron los que te marcaron a fuego cuando arrancaste a escribir?

Lo que me rodea realmente es el caos. Los escritores y los libros se van sucediendo, apilando, absorbiéndose, y desapareciendo, por lo que no recuerdo bien qué libros me marcaron. Quiero decir, dudo que me hayan marcado los libros que ahora creo que me marcaron. En mis lecturas no hay nada prospectivo, nada que induzca a la escritura o me rescate del exceso. Hay pensadores como Deleuze, a los que siempre vuelvo. Siempre encuentro en mi casa algún libro abierto de Deleuze. Sus libros nunca se acaban. A veces releo Lezama Lima, para echar combustible fresco en la pira de palabras. O Piñera, o Cabrera Infante. Tengo cierta debilidad por la literatura cubana. Creo que la banda sonora ideal podría ser Ornette Coleman, por ejemplo, o algo de Anthony Braxton, qué se yo, o la electrónica de Yoshihiro Hanno, o un punk blando y psicodélico, algo entre Iggy Pop, Pixies y Siouxsie: lo primeros discos de P.J.Harvey... En cambio con el cine me ocurre algo raro. Cuando escribo me siento lejos del cine. Veo bastantes películas, en el celuloide encuentro lineamientos conceptuales que, salvo excepciones, no encuentro en la literatura contemporánea. Pero al escribir no logro plagiar la metafísica de ninguno de mis directores preferidos -Bela Tarr, Tsai Ming Liang, Pedro Costa, Chris Marker o David Lynch-. En las películas de Cronemberg sí intuyo una narración familiar. Y hay una película de Michael Haneke, La hora del lobo, cuya metafísica apocalíptica desde hace rato me persigue.

- Me gustó mucho todo el sistema de citas (títulos de canciones, de libros) diseminadas a lo largo del libro como un condimento más para que si alguien las ve, bien, y si no, no pasa nada (son casi como guiños para la platea...)

Sí, está plagada de citas y referencias que sino se detectan pasan a ser parte del absurdo de ese mundo, y nada cambia. Pero la platea tiene el privilegio de relacionar ese futuro absurdo con pedazos del presente, ¿no? Ellos deben obtener siempre un plus de diversión, porque pagaron la mejor entrada?

- ¿Cómo sigue la cosa?

Escribo una novela realista. En otro registro, claro, casi en otra lengua, te diría. Trato de derivar la potencia inventiva en la envoltura del detalle. Trato de convencerme de que describir un objeto es extraerlo de lo real, y que eso equivale a inventarlo. Quisiera inventar más vidas y menos devenires. Ocuparme, como Pauls, Becerra o Ferreyra, de los que no devienen. No de los héroes o de los antihéroes, sino de lo que daría en llamar "sosías sociales"? Esos que por la incapacidad de olvidar, que es también una incapacidad de vivir, siempre están en el lugar equivocado, ensayando la mortalidad.