domingo, septiembre 11, 2005

El pasado como espejo

Cando lo peor haya pasado, de Pablo Ramos.

(Perfil, 11 de setiembre de 2005)

Podría decirse que la cualidad distintiva de un gran libro de cuentos reside en su modo de organizar el azar en un espacio paradójico. En Cuando lo peor haya pasado la serie de cuentos se presenta como un nudo de azar, una totalidad indivisible que funciona en la memoria del lector como un espejo convexo que concluye en el pasado del escritor. Las historias de Pablo Ramos parecen dialogar con cierto realismo sucio norteamericano, pero las rachas de melancolía y un trazo más bien escéptico en el tejido de las anécdotas, vinculan el universo del autor a un inconfundible pathos rioplatense. Según este pathos el límite de lo real se configura, a la manera de Juan Carlos Onetti, en los blancos subjetivos que en el hombre deja el dolor.

Una impresión vital acompaña la lectura de cada relato: la voz genuina de un escritor depura y define atmósferas que nos conciernen. Su estilo se asienta en descripciones tan ceñidas y perturbadoras que a veces cobran una intensidad metafísica. Los tópicos de la soledad y el desamparo, que en otro autor desatarían un repertorio de lugares comunes, en la narrativa de Ramos generan una lengua natural. La calle o el barrio son índices secretos de la desdicha, y ahí apuestan su futuro o su pasado seres que han perdido todo y no han tenido nada. En algún momento sus vidas dieron un vuelco. La adversidad fue retirándolos del tiempo y transformándolos en penados. Sobre el desciframiento imposible de ese azar ?¿cómo, cuándo, por qué?? se inscribe el universo íntegro de Cuando lo peor haya pasado.

Pablo Ramos puede coquetear con el absurdo al mejor estilo de Virgilio Piñera en sus Cuentos fríos, y encauzar un relato a partir del encuentro de un hombre con un zapato ?Todo puede pasar -. También es capaz de narrar, como en el texto que le da título al libro, guerras conyugales que se codean con los mejores episodios de Dalton Trevisan. O puede asombrarnos al combinar el paraíso y el infierno en el palier de un edificio, como en El día que te lleve el viento, la pieza descollante del volumen.

Oliverio Coelho